Rebotaban
las palabras
si así
se les podían llamar,
cual
olas contra espigones
de
hierro, hormigón y miedo.
Se
alzaban vigorosas
formando
oscuras tormentas,
para
volverse lágrimas
de
dolor, impotencia y rabia.
Y ahí
estaba expuesta
sin
música y con ruido,
a la
espera de esa marea
que
permitiera zarpar a mi barca.
Amainó
el temporal
una y
otra vez,
otra y
mil más,
pero
solo cuando rompí los cabos
y
acompañada del silencio
que
siempre regala la soledad,
abrí
las desgastadas velas,
cerré
la puerta, tras de mí
para
surcar como un velero
mares
llenos de frases,
de
rosas, de verano y luz.
Ahora
que hay brisa
y
susurro las vocales,
tiendo
las manos al cielo
para
ser puente, camino y ejemplo.
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