martes, 4 de octubre de 2016



Dejadme gritar una sola vez.
Arrojar posos lentamente asentados.
Dejadme ser volcán descontrolado;
Quemar fotos, cintas y muros
mientras invoco a la tormenta
que arrastre basura, recuerdos y verbos.
Permitidme llamar a las cosas
por el nombre que tienen las cosas.
Admitidme sin mediar palabra alguna
poder beber esa copa que por quién sabéis
ese día deje, el día que os olvidé.
Toleradme correr bajo la lluvia, en enero
olvidando el calzado tras la puerta.
Consentidme nombrar en vano,
ser camicace con patines y pantalón corto,
en esa bajada de piedras, que nunca se asfaltó.
Ser quien dice el final del capitulo,
ser el último en llegar,
ser todo lo que nunca fui.
Ayudadme hoy, a soltar el pesado lastre
de eso que fue y solo fue.
Lanzadme el salvavidas que no merezco
por no cuidarme ni cuidaros.
Obligadme a ventilar el trastero de los sueños
que cerré o nunca tuve.
Dejadme morir una noche.
Dejadme pedir perdón.
Y mañana, lavadme de todo.


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