Es martes.
Un frappé sobre la
mesa
acompaña al periódico,
y a mi, también.
Tras el cristal y sus letras,
entre las estrechas calles,
hormigas con paraguas abiertos
de lado a lado, con destino
o sin nada.
Es otoño.
Mastika y crucigrama
mientras se seca la gabardina,
ruido de fondo, tazas y retsina.
Día oscuro, como tantos míos
unido a los zapatos gastados,
de invierno cerrado.
Una hora y cinco euros después
me despego de la silla,
mirando la que está a su lado.
No hay nadie.
Nunca hay nadie.
Solo eres sueño.
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