Romperé
el silencio
con el
sutil roce del deseo,
marinado
cuidadosamente,
durante
la tarde,
bajo
los álamos, ya ocres.
Dejaré
caer al miedo
justo
al recoger tu mano,
cerrando
un segundo los párpados
al
entregarte la palma.
Y se
mezclará tu tacto y el mio,
mis
dudas y tu bondad,
envueltos
en la brisa otoñal
mientras
seguimos paseando.
Será
ese, el momento justo,
en que
podré pensar en besarte,
rasgando
las telas pesadas
que nos
conducen del sueño, al limbo.
Eso
haré, si un día, amor, te encuentro.
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