Desayunan mis dedos
al amanecer,
con el sutil roce de tu piel,
mientras el ruido de la sábana
anuncia tu pronto despertar.
Y el gusto de las yemas
viaja a los labios,
que sin querer, se salan,
esperando la llegada;
el desembarco de los tuyos
chocando contra mi,
abordando a mi alma.
Es, el sabor del beso,
la pulpa, la fruta fresca,
regando la boca hambrienta.
Es, el calor del abrazo,
el grano, el café,
desvelando a la mañana.
Y para esa negra infusión,
la dulzura de tu palabra
envuelta en susurro.
Y como cubiertos improvisados,
mis manos, tus manos,
y el hambre de los cuerpos.
Bon appetite!
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