Esas lunas en tu espalda
que invitan a explorarla,
esa suave piel blanca
que incita a acariciarla.
Esos labios que me regalas
que me inducen a pecar,
Esas caderas luminosas
que se abren a mi paso.
Ese vello rizado
que ruega ser besado,
esa tela suave
que lentamente te arranco.
Ese jadeo acompasado
que se une al mio,
esa cadéncia de movimientos
que empuja a mi alma.
Esa tormenta de deseo
que recorre las sábanas,
ese estruendo final
de dos cuerpos que se aman.
Ese fin que es un inicio
de la tarde que volverá,
estas bocas cansadas
que se vuelven a besar.
Esta noche llegada
que nos protejerá.
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