lunes, 5 de octubre de 2015

terraza




Tu piel, desnuda, toma el sol,
ocasionalmente cubierta
por las sombras temporales.
El pelo, sutilmente desparramado,
dibuja un tapiz sobre el suelo,
de negro brillante y rojo cobrizo.
Los ojos, cerrados al cielo,
observan el calor acallado
por la triste toalla blanca,
sobre la que reposa tu cuerpo.
Un hilo de sudor
recorre lentamente el cuello,
bordeando aquel lunar.
La cal de las paredes,
no repele el bochorno del verano,
prefiere, deleitarse contigo...
Del rojo de tus labios,
del vello dorado,
de los secretos mostrados,
y de esa herida, en un costado.
Los jazmines, uno en cada esquina
de esta terraza, lanzan perfume.
De fondo, y al fondo,
te envuelve un jazz, atemporal.
Mientras, el sol, estático,
en lo más alto de todo,
pretende detener el tiempo
para ser voyeur, toda una hora.
Y yo, aquí, junto a la puerta
desgastada por tantos agostos,
admiro tu belleza eterna,
entretanto termina tu rato de paz.
Esperando, el segundo adecuado
en el que poder besar,
las ramas de tus manos,
y las finas rayas de tu frente.
Para que así,
el orgulloso sol,
la impávida cal,
los jazmines, el sudor y los gorriones,
sepan, cuanto que quiero.




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