Rozando la mediterránea agua
sintiendo la fina arena en mis pies,
con los charranes reflejados en el mar
te veo a lo lejos al sol dorar.
A mi izquierda un mar amarillo de mil alturas
a la derecha, espuma blanca que llega.
En mi cuerpo, la brisa del norte.
Ante mi, entre brumas; tu.
Mientras el silencio sella la mañana
algunos correlinos corren a mi vera,
el frágil barrón se agita levemente
y mis pasos corren hacia ti, mi doncella.
Mi cerebro reescribe la última noche
se recrea, edita y guarda el deseo,
el que habitaba en nuestras almas
el que nuestros cuerpos han vivido.
Ya estoy
junto a tu tumbado cuerpo,
mirando, recordando tus labios.
Me agacho, rozo el espacio perfecto,
y busco la sal del mar en tu beso.
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