A esa perfecta mano
que se mece sobre mi pecho,
mientras el resto de tu ser
reposa pegado a mi espalda.
A ese momento de placer
al sentir la calma al despertar,
el suave calor de tu contacto
y el perfume del recuerdo pasado.
A ese primer beso en la nuca
con su pequeño susurro acompañado,
estremeciendo la piel despertada
mientras sacude el fondo de mi alma.
A ese segundo minuto llegado
cuando se hermanan los cuerpos,
pareciendo una sola persona
con dos corazones explotando.
A esa media vuelta para buscarte
y tenerte frente a mis ojos,
con las piernas entrelazadas,
mientras mi brazo te acoge.
A ese tierno y temprano beso
y un sencillo “te quiero”,
que desvela del todo mi cuerpo
y llena de calidez la mañana.
A ese lento levantarte
ofreciéndome tu dorso despojado,
regalo inmenso para el nuevo día
y placer grabado en mi mirada.
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