Esa noche llovía en Caracas
mientras yo cerraba el libro,
para dejarlo sobre la mesilla
ya cansado y con sueño.
Solo me acompañaban las sábanas
y una tenue luz amarilla,
que penetrando bajo la puerta
me recordaba que seguías despierta.
No se todavía si llegué a dormir
cuando cruzaste el umbral,
solo recuerdo la luz del pasillo
y tu hermosa silueta al entrar.
Te acercaste sigilosamente
protegida por el áurea mágica,
vistiendo solo un encaje blanco
y el pelo suelto sobre la cara.
Trepaste lentamente sobre la cama
como un felino acechando a su presa,
asta llegar junto a mi boca
y besarme con encendida ansia.
Me arrebataste el sueño
para incendiar a mi corazón,
solo pudiendo reaccionar
abrazando a tu determinación.
Durante un rato nos acariciamos,
y jugamos con nuestras pieles,
dejando que los placeres prohibidos
juntaran nuestras mieles.
Llegando el día en el Mediterráneo
nos fundimos en una misma alma,
mientras nevaban flores en Moscú
y en Panamá… corrían tras una bandera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario