Has desalojado a la tristeza
que habitaba en mi corazón,
para repintar de color sus paredes
y alojar un párvulo amor hacia ti.
Mi voz se ha vuelto temblorosa
cada vez que menciona tu nombre,
recuerdo de
la lejana adolescencia
y las primeras canciones a la luna.
Los dedos esculpen pequeños versos
transformando tu recuerdo en ninfa,
acordándose de Galatea en la playa
y como su tinta, el azul del mar.
La mirada se nubla por momentos
al buscarte siempre en mi mente,
rescatándome tu con tus cantos,
y emergiendo justo a tiempo.
Camino erguido por la blanca arena
mirando al horizonte lejano,
para poder hallar tus ramas de coral
y dejarme
clavar tu dorado tridente.
He dado cobijo al nuevo amor
con la ternura de lejanos labios,
esos a los que no puedo besar
pero si des de aquí, adorar.
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