Aún me
cautiva tu cuerpo
como
arroyo en el desierto,
con sus
heridas, con sus marcas
cinceladas
con el paso del viento.
Me
sigue llamando la luz
emanada
de esos ojos,
antes
encendidos, ahora verdaderos
que son
faros, mi alimento.
Y ahora
que la cascada se apacigua
siendo
la comunión, el calor de la compañía,
el
salado delta de paz que nos arropa
hace,
que te quiera aun más.
Hace,
que sea hermosa esta vida
a tu
vera vivida, a tu vera compartida.
Aún me
atrae tu piel
como el
azul a la primavera,
con sus
curvas, con sus luchas
que no
son solo tuyas, también mías.
Me
sigue erizando la brisa
de esa
voz que consigue envolverme,
cuando
es caliente, cuando es invierno,
cuando
el silencio, es el mejor beso.
Y con
el crucero emprendido
sigo
anclado al jardín de los poros,
explorados
mil o más veces,
pero de
nuevo vivos y serenos
cada
que que mis labios, viajan sobre ellos.
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