Fueron esos labios
de delicado sabor
miel,
los que me hicieron
olvidar
que un día, cercano,
no estabas.
Esas manos amables
trepando sobre mi
torpe piel,
las que me erizaron
el alma
mientras me robabas
el corazón.
La suave voz pegada
al cuello
cuando te tenia entre
mis brazos,
que me invitaba al
pecado
mientras yo deseaba
protegerte.
El calor de tu
delicada desnudez
cuando me mostraste
tu llanto,
dejando que mi pecho
fuera orilla
y tus lágrimas su
mar.
El goce de un
despertar,
el placer de
escuchar,
la delicia de
rozarte,
el gusto de soñar.
Cien detalles
sentidos
entre madrugadas y
nubes,
que esperan mil
noches
cargadas de ilusiones.
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