martes, 16 de septiembre de 2014

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Fueron esos labios
de delicado sabor miel,
los que me hicieron olvidar
que un día, cercano, no estabas.
Esas manos amables
trepando sobre mi torpe piel,
las que me erizaron el alma
mientras me robabas el corazón.
La suave voz pegada al cuello
cuando te tenia entre mis brazos,
que me invitaba al pecado
mientras yo deseaba protegerte.
El calor de tu delicada desnudez
cuando me mostraste tu llanto,
dejando que mi pecho fuera orilla
y tus lágrimas su mar.
El goce de un despertar,
el placer de escuchar,
la delicia de rozarte,
el gusto de soñar.
Cien detalles sentidos
entre madrugadas y nubes,
que esperan mil noches
cargadas de ilusiones.




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