Mis
ojos recorren su espalda;
blanca
piel de porcelana.
Observa
sus lunares esparcidos,
como
estrellas en el firmamento.
Los
dedos peregrinan sobre ella
a la
caza de su tierna cintura,
mientras
los labios se deslizan
dejando
besos en cada vértice.
Plácida
y suave seducción,
de un
alma que ama
a
otra que recibe con fruición.
Remontaré
de nuevo
hasta
alcanzar su cuello,
siendo
ese justo momento
en el
que los brazos la abrazarán,
recogiendo
su pecho.
Así
abrimos una ventana
por
la que entrar el deseo,
alumbre
a los pecados,
y nos
regale esta noche.
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