Tu
voz me recoge
y tus
besos me abrazan,
los
brazos me llevan al cielo
y la
piel me invita a pecar.
Los
dedos, un puñal
que
me abre las venas,
justo
cuando rozas mi cuerpo
y el
deseo me desvela.
Mis
manos se vuelven tacto
para
recorrerte, anhelantes,
en
busca de cálidos placeres
que
escondias,
y
ahora me ofreces.
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