Los flamencos reposan en la marisma
ajenos a nuestras miradas escondidas,
al roce de tus dedos con los míos
y al miedo que otras pupilas nos descubran.
Los jaguarzos tiemblan al ritmo del viento
buscan el sol que todavía despierta este viernes,
esperan a las abejas con sus pétalos abiertos
como mis labios desean a los tuyos.
Casi no se oyen palabras
solo rompe el silencio el trajín de algún
anteojos,
el paso rápido de un zarapito,
y mi corazón, que te llama.
El olor del romero me envuelve
ayudará a no olvidar este tierno momento,
a tenerte siempre presente
junto a este océano caminante.
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