jueves, 8 de mayo de 2014

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Cierro los ojos y sigues ahí, como siempre,
sentada junto el ventanal del jardín,
recogiendo el calor del sol tras el cristal
mientras saludabas las páginas de un nuevo libro.

Puedo aun sentir el perfume de tu piel bañada
que llenaba de dulce olor mi cuerpo,
penetrando por todos mis poros abiertos
con solo acercarme a tu reposado pelo.

Paseo por la avenida, junto a los olmos,
parando en los mismos escaparates tristes,
buscando aquellos zapatos que te gustaban
o ese bolso que me tantas veces pediste.

Sigo preparando la cena cada día
esperando escuchar tus llaves en la puerta,
seguido de tu firme paso al entrar
y un largo, cálido beso para empezar.

Te sigo abrazando en las largas noches frías
para darte el calor que tu cuerpo necesita,
pero ahora la soledad duerme junto a mi
y quien necesita calor es esta alma mía.

Te encuentro a faltar en mi agrietada vida
y en estas manos ahora vacías de tu piel,
pero jamás saldrás de esta mente que te ama
por mucho que la vida se haya alejado de ti.


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