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Con la sal pegada al cuerpo,

la fina arena cubriendo los pies,

y el sol del mediodía dorando la cara…

partículas de ti crecen en mi alma.

Camino en la frontera indefinida

que dibuja la larga playa,

entre el filo del mar a un lado

y futuros castillos infantiles al otro.

Cada vez que mi mente te recuerda,

cosquillas invaden el estómago,

mientras la dulce imagen tuya

corre veloz de nuevo a la pupila.

Con el roce de mis dedos

recreo la tersa piel acariciada,

entre sabanas de seda blanca

agitando nuestro nocturno sosiego.

La saliva acude a la boca

para aplacar la sed aparecida,

cuando el sudor me baña la cara

igual que anoche, cuando te amaba.

Recorreré el camino a casa

esperando encontrarte al llegar,

para contarte que necesito tus abrazos

como cualquier mayo al rosal.