No me ha despertado la mañana
como es de costumbre cada día,
si no tus breves ósculos en mi espalda
mientras la luna todavía nos miraba.
También el susurro de las sábanas
que lentamente acariciabas al venir,
y el roce de tu mano al tocar el vello
que oculta este corazón que te guarda.
He dejado que te acomodaras en mi
adaptando la misma forma de dormir,
sintiendo tu calor pegado detrás
y brotando la calma que das al vivir.
He intentado no moverme nada
para poder disfrutar del silencio esperado,
procurando escuchar el sonido de tu alma
que se fundía en mi básica esencia.
Breves segundos, eternos recuerdos,
que me provocan querer besarte
entre abrazos que deseo darte
cada día, en cualquier instante.
Al rato te has girado otro lado
y he sido yo quien a ti se ha acoplado,
buscando devolverte el mismo amor
mientras pegamos los cuerpos desnudos.
Me he vuelto a dormir…
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