Crucemos esta noche
el umbral del deseo,
para convertir el
sueño
en un dulce placer.
Donde palpiten los
cuerpos
mientras la manos los
descubren.
Hagamos redoblar las
campanas
cuando las iglesias
quieren silencio,
siendo nuestros rojos
besos
la música de su
vigilia.
Escribamos “amor” en
los pechos
con la tinta de
nuestros labios,
borrando la palabra “prohibido”
con el sudor de los
poros abiertos.
Desnudemos nuestras
almas
para vestir solo una,
del blanco de la
ternura
que acompañan a las
Nereidas.
Se tu mi dalia y yo
tu abeja
para vibrar de vida,
durante nuestro
encuentro.
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