viernes, 25 de julio de 2014

en los brazos de la muerte

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José Antonio
AlvearCorimanya
Derechosreservados
Arequipa-Perú

Son las cinco de la tarde, mi amada me acompaña, respiro su piel que huele a rosa inmaculada. Miró el astro rey que se va y veo cómo se ahoga entre las nubes grises, dando paso a la oscuridad…, viene la noche. Y yo sigo en los brazos de mi amada.

El auto avanza con dificultad enmedio de la oscuridad que va proyectando las nubes grises. A los costados de la carretera nos acompaña gigantescos árboles que tapan la luz de las estrellas y la misma luna.
Por naturaleza de la trocha, el auto se balancea a los costados y brinca como potro a ser domado. Qué incomodidad viajar en estas condiciones, me dije mirando al chofer de rostro delgado y bigotes largos, el iba sin copiloto, así era el contrato. Tras él, a la derecha pegado a la ventana había un hombre corpulento de espaldas anchas, viajaba arropado sabiendo que el lugar de destino, el frío reinaba. A la izquierda me encontraba, disgustado por el mal servicio de la trocha… ¡claro, no era culpadel chofer! Él nos advirtió antes de subir al auto:
- La trocha es peligrosa, ustedes deciden -con esasentencia subimos al auto.

El auto avanza lentamente, cuando en forma sorpresiva nos vimos rodeados de hombres deformados de piel amarilla, predominaba el gris. Las miradas eran espectrales, de otros sencillamente eran cavernas donde seocultaba los ojos negros.

- ¡Revisen las ventanas… pongan el seguro… síii los seguros! -exclamó violentamente el chofer, mientras cogía fuertemente el timón tratandode esquivar a esos hombres que corrían a la velocidad del auto que trataban deabrir las puertas y romper los vidrios con golpes de sus manos…

Mi acompañante al observar que tenía dificultad en ponerseguridad a la ventana de mi costado, estiró el brazo y apretó un pequeño botón y con voz tranquila manifestó golpeando suavemente mi hombro derecho:
- Ya pasó el peligro, estamos seguros, nadie podrá ingresaral carro.

Los hombres de piel gris y caras deformadas mostraban susdientes rechinando de cólera, furia y desesperación al no poder abrir las puertas e ingresar al auto. Corrían junto al carro, sus manos toscas y grandes nodejaban de goleaban el vidrio de las ventanas. El chofer de pronto gritó convoz tenebrosa:
- ¡Voy acelerar… voy acelerar…!
Y el chofer acelero el motor, aprovechando la uniformidadel terreno. Sólo así salimos y dejamos atrás a ese grupo de hombres deformesque daban gritos agónicos y quejidos desesperados, junto a sus cadenas que arrastraban. Conforme el auto se alejaba de aquel lugar, se veía las sombras de aquellos hombres que estaban unidos unos a otros con una cadena.

- Llegamos -era la voz del chofer, que volteaba el autopara regresar.

Bajé del auto y un perro grande me recibió en tierra firme. Ladró amigablemente y avanzo lentamente a la izquierda. Al ver queseguía en el mismo lugar volvió a ladrar como diciendo: sígueme.
Al observar que no había el auto y mi acompañante había desapareció del lugar, seguí sus huellas del perro en dirección a una habitación bien iluminada…
Cuando ingresé al salón, las alumnas en traje de ballet realizaban ejercicios en la barra…
-   Llega tarde… Apúrese-increpó la maestra mirando el reloj electrónico de pared.

Cuando iba a tomar la barra y empezar con la rutina deejercicios, la maestra ordenó:
-  Todos al suelo, ensayaremos la parte final.

Todos losalumnos nos ordenamos en el piso de madera y la maestra siguió con susindicaciones:
- Igual que ayer girana la derecha y formarán un círculo grande… Luego se detienen y realizarán tres piruetas en el mismo sitio. Será tres vueltas…Vamos alumnos… una, dosss yvuelta. Todos dieron la vuelta, yo me quedé en el lugar. No podía dar la vuelta para mi asombro. Me sentí acabado… Estaba fuera del grupo…
Abandoné el salón. Afuera me percate que el lugar era desolado. No había casas, menos cerros. Todo era extraño…

Caminé…
Caminé…
Caminé sinrumbo, no pude guiarme con el brillo de las estrellas porque no existían. Erauna noche despejada de nubes, pero sin estrellas… Alarmado, caminé rápido hastallegar a una pequeña quebrada, donde se divisé unas pequeñas luces.
Caminé entrepiedras, espinas y pequeños arbustos.
Avancé venciendo la fatiga.
Al ver a unjoven en un lugar descampado le pregunté:
- Por favor, loscarros que van al pueblo…
- Acaba desalir, dentro de veinte minutos regresa.

Le hablé delotro pueblo donde yo vivía…
Por la respuestaque recibí, sentí miedo… Mi amada. Mi amada, me dije. No podía hacer nada. Me encontraba en el lugar donde no hay retorno.

En mi desesperación alcance a ver en lo alto del paisaje la Luna, no era redonda, tenía dos puntas. Esas dos puntas me recordó el Diablo, y el diablo me llevó a la Santa Biblia. Me alegré, al ser conciente que estaba con vida y conservaba la memoria. En medio de aquella soledad sonreí diciendo:
- Hay una solución, sólo una solución. Despertar, nada menos que despertar… Fue así quecerré los ojos, y me concentré para despertar… Y desperté a fuerza de voluntad.

Al abrir los ojos, respiraré la piel de una rosa, me encontraba enlos brazos de mi amada, su corazón seguía latiendo. No pude evitar exclamar:
- ¡Te amo! -palabra deseada del corazón:

Sonreímos y nos abrazamos como si fuera el último abrazo de la tarde. Caía el sol, se hundía entre nubes rojizas. Pero antes de besar la piel de mi amor, miré mi reloj de pulsera era las cinco con un minuto.

Cinco de la tarde con un minuto -me dije asombrado observando en losojos de mi amada el altar del amor.
FIN…

José Antonio
AlvearCorimanya
Derechosreservados
Arequipa-Perú

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