Te he besado el
cuello
provocando en ti el
deseo,
igual que a mis dedos
el suave roce de tu
cuerpo.
He recorrido tu
espalda
mientras yacía ahí
tumbada,
llegando a su
frontera
cuando palabras te
susurraba.
Sobre ella y con mis
yemas
he escrito un breve
verso,
firmado por mis
labios
siendo tan efímero,
como erótico.
Me has regalado
entonces tu sonrisa
junto a mil caricias,
juntando las dos cinturas
y abrazando nuestros cuerpos.
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