Armado con el valor
que no tengo
mire tus hermosos
ojos eternos,
y con la pausa de la
que carezco
te ofrecí todos mis
sentimientos.
Entonces tus labios
se abrieron
causando el pánico en
mi corazón,
pero contra lo que yo
esperaba
de ellos emanó una
dulce flor.
Esta mano que te
escribe
se atrevió a rozarte
el rubio pelo,
cogiendomela tu rápidamente
para regalarle el
calor de tu pómulo.
Seguía yo temblando
ante ti
cuando te acercaste
demasiado,
dejando solo entre
nosotros
la distancia justa
del beso robado.
Tu bello nombre de
poetisa
resonaba en mi mente
confusa,
peleando de nuevo con
Pindaro
y ganando mi arraigado
anhelo.
No pude mas que
abrazarte
y dejar caer una fina
lágrima,
como nacimiento de un
nuevo río
que de amor abastecerá
nuestra vida.
Agarré entonces el dorado
escudo
que siempre quise levantar,
situándolo sobre
nuestra coraza
para esta relación
preservar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario